Haneke y sus 5 cintas imprescindibles

Son contados los cineastas que con su trabajo buscan sacudir emocional y moralmente al público, quienes perturbados, abandonan las salas de cine por el malestar que les generan las provocativas imágenes reveladas en la pantalla. Michael Haneke es uno de ellos: un provocador, siempre lo ha sido. Desde su ópera prima El séptimo continente (1989), el austríaco demostró que ser cauteloso era imposible cuando se habla sobre los problemas de la sociedad y las enfermedades del alma. A continuación seleccioné cinco películas que hicieron de él uno de los directores más subversivos actualmente y a quien no le importa sobrepasar los límites de lo políticamente correcto.

71 fragmentos de una cronología al azar (1994)

El director narra a manera de rompecabezas, pieza por pieza y de manera no lineal, fragmentos de diferentes personajes que luchan día a día con la soledad, infelicidad e impotencia ante la destrucción de un mundo tecnológicamente en desarrollo.

La misión del espectador, por el que Haneke siempre guarda gran respeto, será recomponer la narración; recoger los pedazos ofrecidos por el cineasta a lo largo del filme, y finalmente con todas las respuestas en la mano, descubrirá el juego en el que estaba destinado a participar desde los primeros minutos de la película.

El video de Benny (1992)

En palabras del cineasta, los medios de comunicación masivos, principalmente la televisión, han fungido como principal medio educativo para las generaciones más jóvenes, quienes ante la ausencia parental, consumen a diestra y siniestra la programación sin ser capaces de distinguir lo real de lo ficticio. Benny representa a esa generación: jóvenes desconectados de la realidad, que indiferentes ante la violencia y en el peor de los casos, cometerán los actos más crueles.

Una cinta que sin caer en lo morboso, muestra las consecuencias de vivir en una sociedad insensible ante el sufrimiento humano.

Funny Games (1997)

Bajo un cielo azul se vislumbra un bello paisaje otoñal. En los alrededores, grandes árboles junto a un hermoso lago y lujosas casas de verano contrastan con el desesperanzado panorama que un par de jóvenes tienen preparado para Anne, George y el pequeño Georgie.

Desde las primeras secuencias de este thriller psicológico, el cineasta crea el ambiente de tensión sobre el que se desarrollará esta historia: una crítica sobre el nihilismo y las consecuencias fatales que tiene en la vida juvenil de las clases altas, quienes aburridos de su propia existencia, encuentran en la violencia esa dosis de adrenalina que necesitan. Personas que hieren a otras por el simple placer de hacer daño.

La pianista (2001)

Magnífica y perturbadora actuación de Isabelle Huppert, que le valió el premio Cannes en esta trasgresora historia sobre Erika, una reprimida y frívola maestra de piano que a través de las composiciones de Schubert muestra la personalidad dominante que oculta en su manera poco agraciada de vestir. Pero cuando el día termina sus filias más obscuras salen a la luz. Estamos ante el Mr. Jekyll y Mr. Hyde del mundo cinematográfico Haneke.

El director encuentra en La pianista el pretexto perfecto para homenajear a una de sus grandes pasiones: la música. Diferente a sus anteriores trabajos, la banda sonora se desarrolla como un personaje más en la trama.

Caché/Escondido (2005)

Durante toda su existencia el ser humano ha estado lleno de culpas. Este sentimiento actúa como la cinta de una película que está en constante reproducción durante largo tiempo hasta que un día se va. Sin embargo, un recuerdo en forma de dibujo o la melodía de alguna canción que se escucha en la radio sirve como detonante para acceder de manera inmediata, como si de una memoria caché se tratase, a la escena que creíamos olvidada.

A través del voyeurismo, parafília utilizada de manera frecuente en las películas del maestro AlfredHitchcock, el cineasta austríaco expone la vida de George, un tipo que como muchos huye de la culpa y no sólo eso, se niega a sentirla, pues eso significaría aceptar los errores del pasado, pero ¿Qué harían ustedes? Se pregunta Haneke: huir de los recuerdos o enfrentarlos. Esa decisión se la deja al espectador.

Sobre la industria del cine independiente y su éxito en el género del terror

Las películas de zombis, monstruos, seres sobrenaturales, etc, siempre han sido las más remuneradas de la industria cinematográfica. Sin importar la calidad fílmica, actoral ni mucho menos guionística estas producciones, al igual que el genero de la comedia, se llevan la tajada más grande en la taquilla. La avaricia de las grandes productoras por hacer dinero fácil ha provocado la sobreexplotación del género del terror, horror y sus derivados; como resultado el público se ha vuelto menos exigente con este tipo de cintas,conformándose con los jumpscares tradicionales y la falta de creatividad en las historias.

Afortunadamente, existen películas de corte independiente que están ganando más
terreno en el gusto del público, quien cansado de las grandes producciones, busca disfrutar de tramas simples ejecutadas con gran genialidad, ejemplos recientes son Get out (2017) del director Jordan Peele o Voraz (2016) de Julia Ducournau, que con presupuestos inferiores a los utilizados con los largometrajes de gran corte (4.500 millones de dólares, y 3.500 millones de euros respectivamente), se deslindan de las fórmulas ya conocidas por todos, consumidas por otros tantos, pero disfrutadas por pocos.

Sino me creen echemos un vistazo a la calificación que el estreno de The mummy (2017),película que da inicio al Dark Universe, ha generado en la plataforma Rotten Tomates: 17 por ciento, aunque se proyectó en más de 4 mil salas en todo el mundo. El desinterés que tiene el público por la resurrección de estas criaturas es más profundo que la cueva donde habita el monstruo del lago Nes.

Estas cintas, los llamados monstruos clásicos del cine vieron su momento de gloria por allá de los años 40’s gracias a las productoras Universal, Hammer; las personas se horrorizaban al ver el abominable experimento del doctor Frankenstein o las terribles muertes que Drácula daba a sus víctimas.

Grandes actores como Vincent Price hicieron fama y fortuna con estas cintas, pero el paso de los años junto con las historias repetitivas incluso mediocres (The Werewolf, 1956) provocaron que el genero decayera. Así nuevas propuestas con menos presupuesto- Psicosis de Alfred Hitchcock-enriquecieron con ideas frescas a la industria e hicieron que los espectadores atiborraran de nuevo las salas.

Lo que los cineastas primerizos entienden, y las grandes productoras parecen haber olvidado, es que el mundo ha cambiado, los problemas que nos aquejan ahora sirven de molde para la creación de ideas originales donde se muestra al humano como el verdadero monstruo de su realidad. Ni siquiera las momias o extraterrestres u hombre lobo se podrían comparar.

Las creaciones indies encontraron en el cine de terror su nicho.

La vez que Michael Haneke nos hizo reír

happy-end

A happy end, décimo tercer largometraje de Michael Haneke (2017)

 

Durante sus 29 años de carrera cinematográfica, el director austriaco, Michael Haneke, ha mantenido en sus obras como factor común los ambientes violentos y desoladores que viven sus protagonistas­­– personajes que parecen tenerlo todo: económicamente estables, con hijos, salud, talento, pero que mentalmente están desequilibrados–. A través de sus películas, critica la sociedad donde estos personajes coexisten.

En Un final feliz (título en español), Haneke, hace lo propio y se hace valer de los recursos ya conocidos por filmes anteriores, pero esta vez los tintes de  humor negro presentes en la cita, nos ayudan a entender que esto se trata de una historia sobre el absurdo de la vida humana. Situación que retrata a través de los Laurent,  una familia francesa de la clase alta.

La historia comienza cuando Eve, de trece años de edad, por circunstancias de la vida, debe mudarse a la casa de su padre, Thomas. Lugar donde conocerá a los miembros de su ahora nueva familia: su madrastra, Anais, mujer dedicada al hogar, pero engañada por su esposo; el abuelo Georges, un viejo cansado de la vida; la tía Anne, encargada de la empresa familiar la cual se encuentra en peligro tras una demanda laboral y el hijo de esta, Pierre, un alma en pena y bueno para nada, quien a través del alcohol encuentra el consuelo para su vida tan desdichada.

Haneke nos lleva a conocer la dinámica de esta familia a través de situaciones tan absurdas que llegan a ser cómicas y que retratan la soledad, violencia e indiferencia que hay en cada uno de los protagonistas de esta historia. Lo vemos en Eve, quien mira el mundo por medio de la pantalla de su teléfono, los affairs de su padre, la falta de amor de su tía hacia su hijo y la hipocresía moral de la familia ante los problemas sociales latentes en la Francia actual como es la inmigración.

Cada elemento de la cinta se conjunta para crear una atmósfera de tensión y aunque las historias hechas por el realizador de El séptimo continente no cuajarían añadiendo humor, el resultado es favorable.Utiliza a los Laurent como conejillo de indias para mofarse de ellos, ridiculizarlos (como Buñuel lo hizo en 1930 con La edad de oro) y nos invita a hacer lo mismo.

Isabelle Huppert conocida por trabajar en producciones anteriores con el realizador, junto a Mathiue Kassovitz (Amelié), Jean-Louis Trintignant (Amour), Franz Rogowski (Victoria), Laura Verlinden (El nuevo testamento) y Fantine Harduin, son cómplices en esta sátira social,  que por cierto, fue ignorada en comparación a otras cintas en el pasado festival Cannes.

En Un final feliz, el director deja la intensidad y el drama en segundo plano, sin perder de vista la parte crítica que ha marcado su trayectoria. Se burla de si mismo, de sus personajes, de lo absurdo y surrealista de su existencia en la cual todos buscan su final feliz.